El Mercado de San Telmo, proyectado por el arquitecto Juan Antonio Buschiazzo, es un mercado techado de fachadas italianas e interiores amplios con estructuras metálicas. Su cuerpo central está situado en la esquina de las calles Bolivar y Carlos Calvo desde el año 1897, complementado años después por dos brazos que lo conectan con las calles Defensa y Estados Unidos.
La función del Mercado en aquellos tiempos era abastecer las necesidades de las familias de inmigrantes provenientes de Europa que se instalaron en la ciudad. En ese entonces, la oferta del Mercado estaba vinculada a productos de uso diario, fundamentalmente venta de carnes, verduras y frutas, junto con algunos bares que con el tiempo se convirtieron en clásicos de la ciudad.
En consonancia con la transformación del barrio, el paso de los años influyó en la vida y los usos del Mercado. Si bien aún pueden encontrarse las típicas carnicerías y verdulerías que subsistieron a los cambios y las crisis, hoy en día el Mercado ofrece una propuesta ecléctica que convoca al turismo y lo convierte en una cita obligada a los visitantes de la capital: anticuarios, cafés, indumentaria, cueros y artesanías conviven dentro de esta gran feria que con los años fue mutando y respondiendo a las demandas, como un tejido vivo adecuándose a la historia.
Éste desarrollo y versatilidad no siempre se realizó en armonía con la estética original del Mercado; en algunos casos, el único modo de subsistir fue recurrir a una arquitectura más vinculada a la emergencia que a la puesta en valor, y éste deterioro también es un rasgo característico del aspecto actual.
En este contexto los clientes franceses nos citaron en este sitio con la idea inicial de instalar una típica boulangerie française en el sector que funcionaba antiguamente como ingreso de vehículos.
Afortunadamente, el entusiasmo de cara a la propuesta y la colaboración de las autoridades del Mercado, quienes supieron apreciar la idea, posibilitó ampliar la ambición original y así, a esa panadería inicial se le sumaron dos locales más: bar y restaurant. Dado éste cambio de escala del proyecto, y beneficiados por la proximidad de los locales, pensamos que teníamos los recursos suficientes para que la intervención exceda nuestro programa y se enfoque también en jerarquizar el espacio urbano: ceder unos metros cuadrados al Mercado para obtener un cambio de ritmo. De esta forma, el ingreso desde la calle Carlos Calvo, junto con el nuevo acceso que planteamos a través del bar, desembocan en una suerte de plaza de acceso, generando un espacio de permanencia dentro de la circulación del Mercado.
La búsqueda estética del proyecto no se basó exclusivamente en una revisión historicista del Mercado, sino que en simultáneo se pusieron en valor los recursos que supieron dar forma a la imagen actual y se identificaron los materiales más característicos de la evolución para vincularlos con aquellos que sí son parte de la estética original, dando como resultado un testimonio contemporáneo en el que conviven el cambio y la historia.